Nace en Edimburgo, en Escocia, el 13 de junio de 1831, hace hoy 187 años.
Era hijo de John Maxwell, un rico abogado muy interesado en la ciencia, y de
Frances Cay, quienes tras casarse se fueron a vivir a una mansión construida
para la pareja, llamada Glenair. En esa propiedad nació y creció Maxwell, feliz
de correr por el campo y hacer todas las preguntas que se le ocurrían para
saciar su curiosidad científica. Su madre, profundamente instruida en artes y
humanidades, le enseñó a leer y a escribir, y pronto James empezó a leer a John
Milton y William Shakespeare, hasta recitar sus obras de memoria. Le llamaba la
atención casi todo: el trino de los pájaros, las olas en el estanque de la
hacienda o los cables que corrían por la casa hasta la cocina.
Fotografía de un joven James C. Maxwell. Fuente: Fundación Maxwell |
Cuando cumplió siete años, Frances falleció de un cáncer abdominal. Este
acontecimiento cambió radicalmente su vida: primero, por la pena que causó en
padre e hijo, que los unió un poco; segundo, porque, desde entonces, la vida en
Glenair fue bastante más triste; y, por último, porque su padre no podía
dedicar el tiempo necesario para educarlo, así que se tomó la decisión, tres
años más tarde, de matricularlo en la Academia de Edimburgo. Y de esta etapa
cuentan que se entretenía mirando los escarabajos y abejas, o la hierba, en vez
de participar en los juegos deportivos como el resto de sus compañeros. Esto,
unido a sus titubeos al hablar en público, supuso que sus compañeros se
metieran con él y hasta llegaran a ponerle mote. Además, se trasladó a la casa
de su tía, Isabella, la hermana menor de Frances; y resultó que ella poseía una
biblioteca más nutrida y rica que la de Glenair, por lo que James comenzó a
leer también filosofía, sobre todo a Thomas Hobbes. Su padre también lo llevaba
a ver ferias científicas, cómo se iba construyendo el ferrocarril por la zona,
o los cerros cercanos, para observar los estratos. Destacaba especialmente una
muestra sobre máquinas electromagnéticas, que impresionaron y provocaron la
curiosidad del joven por esos fenómenos. De este modo se fue fortaleciendo el
interés de Maxwell por la ciencia; y de ella, especialmente, por la matemática
y la geometría, hasta el punto de que, con apenas 15 años, escribe su primer
artículo científico, sobre cómo dibujar óvalos en un papel. Sólo un científico
había escrito anteriormente sobre esto: René Descartes. Sin embargo, el método
del joven era más sencillo y general, por lo que fue alabado y leído en la
Royal Society de Edimburgo. Fue a partir de entonces cuando, por fin, James
encontró a otros alumnos con intereses comunes y pudo salir de su aislamiento.
Uno de ellos, Lewis Campbell, quien sería posteriormente su biógrafo, llegó a
decir que James “tenía tres cualidades que sus compañeros no podían dejar de
admirar: agilidad y destreza en sus brazos, coraje imperturbable y una profunda
naturaleza bondadosa”.
Durante toda su carrera científica, como ser humano que era, Maxwell
cometió errores aritméticos, fallo que asumía y aceptaba, en él y en otros,
pero aborrecía la falta de cortesía con el lector: ocultarle experimentos
fallidos, enrevesar el texto a propósito… que fue la razón de su amargura con
Ampère, a quien llamó “el Newton de la electricidad”. Y James sabía de lo que
hablaba, pues, durante sus últimos años de academia, se dedicó a leer los
trabajos de los pioneros del electromagnetismo -Faraday, Ampère, Poisson-
(asimismo, también era capaz de escribir poemas con cualquier métrica que se le
pidiera). Así, Maxwell acabó, tras acabar esta etapa, matriculándose en la
carrera de matemáticas en la universidad de Edimburgo, una de las más
prestigiosas del siglo, puesto que en la Inglaterra del momento se consideraba
que la ciencia era simplemente una curiosidad. Allí cursó estudios de
Filosofía, Matemáticas puras y ciencia experimental, pasando horas y horas en
el laboratorio, pues su profesor le dejaba hacer todo tipo de experimentos
-tradición que luego él mismo llevaría a cabo con sus estudiantes en
Cambridge-. Continuó, por su cuenta, leyendo clásicos de autores como Newton,
Cauchy, Hobbes, Adam Smith o Fourier .Igualmente, en el desván construyó su
propio laboratorio donde haría experimentos durante las vacaciones
principalmente sobre química u óptica. Más concretamente, se centró en
experimentos y estudios ya relevantes, sobre todo en temas de polarización de
la luz -llegó a construirse su propio polarizador- y de cristales no templados
(como el experimento de la gota del príncipe Rupert). También hizo progresos
bastante importantes en la teoría de la elasticidad, artículo escrito con ayuda
de su profesor Forbes y que, por primera vez, trataba matemáticamente la
elasticidad. James tenía sólo 18 años.
Figura 1
La luz, inicialmente, vibra en infinitas direcciones. El filtro polarizador
selecciona una única dirección anulando las demás; es decir, polariza la luz. Fuente: Wikipedia
|
Igualmente fue en aquellos años donde se iban asentando características personales y de trabajo que lo acompañarían toda la vida, como su tendencia a ser vehemente con los conceptos, trabajar mucho la bibliografía del tema de estudio o, incluso, su desprecio por los intentos de demostrar la existencia de Dios.
Esta etapa de su vida se cierra con su traslado, con 19 años, a Cambridge,
dejando atrás sus amistades y familiares de Edimburgo. Allí continuó los
estudios de ciencias, donde se unió al club de los Apóstoles, un prestigioso
grupo “alumnos de élite” -y elitista- de Cambridge (por ejemplo, pertenecieron
al grupo Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, o Maynard Keynes), donde
demostró estar especialmente interesado en el choque entre ciencia y religión
-que él, profundamente creyente, consideraban compatibles-. Se cuenta que era
una persona muy inquieta, siempre trasteando por el College, ayudando y
animando a sus compañeros, traduciendo odas épicas del latín… además de
resolver problemas propuestos complicados en poco tiempo y de manera muy
eficiente debido, principalmente, a su visualización de la idea que
escondía el problema -aunque seguía cometiendo múltiples errores de cálculo-.
Para conseguir la licenciatura, todos los estudiantes debían aprobar un
examen llamado Mathematical Tripos, un larguísimo examen (221 preguntas
en 16 páginas, de las cuales se daban dos hojas cada día; el examen completo
duraba ¡44 horas!), seguido de otro aún más difícil pero sólo posible para los
que habían sacado más nota en el examen anterior, el Smith’s Prize. En
resumen: Maxwell quedó segundo en el primero y empató en el segundo. Y entonces
fue cuando comenzó sus estudios de la teoría del color, como años atrás había
hecho el propio Newton, siguiendo la estela de Thomas Young, que afirmaba que
solo había tres colores primarios. Y lo que descubrió en sus investigaciones
fue algo que hoy nos parece evidente, pero que entonces no lo era: que no son
iguales los colores de la luz que los de los pigmentos, puesto que los primero
corresponde a una mezcla aditiva y, la segunda, sustractiva. Es decir, no es lo
mismo juntar una témpera azul y otra amarilla (que dan verde) que juntar luz de
esos colores (lo cual origina un color rosáceo). Para esto hizo una peonza
coloreada y una caja de color, erigiendo un modelo geométrico para la
combinación de colores. Esto puede parecer un poco enrevesado; pero, realmente,
no es más que el sistema RGB de televisores y monitores. Así, siguiendo el
trabajo también de un científico alemán, Grassmann, cuyos estudios explicaban
el brillo total y grado de saturación para los diferentes colores, ideó lo que
hoy se conoce como triángulo de Maxwell.
Figura 2 Gráfico RGB actual, usado incluso en técnicas de cromatografía. Fuente: Wikipedia. |
Además, sus trabajos dejaban entrever el funcionamiento del ojo, lo cual
interesó a Maxwell al punto de llegar a fabricarse su propio oftalmoscopio y
pasarse horas estudiando los ojos de animales y personas. Todos estos trabajos
los publicó en el año 1860 bajo el título “On the Theory of Compounds
Colours”, que le valió premios y nominaciones y, sobre todo, le abrió un
hueco en el mundo científico de la época, pasando a ser un personaje reputado y
reconocido. Así, a pesar de superar el examen de fellow del Trinity, acabó en
una universidad de Escocia, donde se dedicaría plenamente a dar clases y a sus
investigaciones. De hecho, en su clase inaugural -pública-, enfatizó la
importancia del pensamiento crítico y del trabajo experimental. En medio de la
excitación y trabajo que suponía esa nueva experiencia para él, su padre
falleció lo cual, unido a un ambiente frío por parte del college, le
hizo sentirse solo.
Tres años después de este trágico episodio, Maxwell decidió dedicarse a un
problema propuesto para el premio Adams: estabilidad del anillo de Saturno
suponiendo que éste fuera sólido, un fluido o compuesto por diferentes trozos
pequeños sólidos, respectivamente. Su trabajo, entregado meses después, fue el
único presentado y, tras subsanar un error, demostró que la única posibilidad,
por descarte, es que estuviera formado por pequeños trozos sólidos (que hoy día
sabemos correcto, pues los anillos están constituidos principalmente por
pequeños trozos de hielo que orbitan al planeta).
Figura 3
Anillos de Saturno en color falso captados por la Voyager 2. Fuente: NASA |
Precisamente este trabajo sobre Saturno, basado en la difusión de los
gases, permitió la entrada por la puerta grande de Maxwell en la ciencia del
momento: la termodinámica. Entre líos de amores -hacía un par de años se había
enamorado de su prima y hasta propuesto matrimonio, y ahora se acababa de casar
finalmente con la hija del rector del college, Elisabeth, siete años
mayor que él-, y basándose en el trabajo de Waterson, Maxwell fue capaz de
demostrar que la energía cinética (de movimiento) y la temperatura de un cuerpo
estaban íntimamente relacionados. Se basaba, entonces, en que los gases estaban
formados por pequeños átomos individuales que se movían y chocaban entre sí.
Cuanto más se movían las partículas individuales, mayor era la temperatura del
cuerpo. Esto encierra un matiz muy importante: a partir de cualidades
macroscópicas, como es la temperatura, podemos, empleando técnicas derivadas de
la estadística, deducir propiedades microscópicas, como la energía cinética de
los átomos. Nacía así la física estadística, cuyo máximo exponente sería Ludwig
Boltzmann. Como era costumbre en él, en sus aplicaciones prácticas Maxwell
cometió varios errores, entre ellos errores de conversión de unidades, de forma
que erró en varios órdenes de magnitud del valor real. Sin embargo, alguna de
esas incoherencias eran intrínsecas de la mecánica clásica: sólo podían
resolverse mediante la mecánica cuántica.
De
estos estudios pasó al de la electricidad para el cual, como acostumbraba en su
pensamiento, se basó en una analogía: el flujo del calor. Así, basándose en los
trabajos de Faraday y en su idea de las líneas de fuerza -que, aunque se suele
pensar lo contrario, ya se le ocurrieron a Newton-, Maxwell fue deduciendo y
reuniendo lo que hoy se conoce como las leyes de Maxwell, que él trató en su
forma diferencial (esto es, usando derivadas). Las líneas de fuerza eran una
medida de la dirección e intensidad del campo, bien eléctrico o bien magnético,
y pueden verse colocando limaduras de hierro en el seno de un campo magnético.
Figura 4
|
Así, Maxwell dedujo que las cargas positivas eran fuentes del campo eléctrico mientras que las negativas eran sumideros; esto es, el campo eléctrico nacía en las cargas positivas y moría en las negativas. Al mismo tiempo, y basándose en el potencial vector, describió matemáticamente las interacciones electromagnéticas. Así pues, la gran aportación de Maxwell fue la unificación de leyes anteriores y darse cuenta de la falta de simetría de la última ecuación: faltaba un término. Este término describía a una corriente que aparece cuando el campo eléctrico varía, sin que haya transporte de carga, y se le llama corriente de desplazamiento.
Finalmente, dedujo correctamente que la luz es una onda electromagnética y
que se desplaza a la velocidad de la luz (esto último lo dedujo
comparando los resultados que él obtenía con su teoría con las mejores
mediciones del momento de la velocidad de la misma). Por ello, la luz que nos
permite leer este documento ahora mismo está formado por un campo eléctrico y
otro magnético que van oscilando perpendiculares entre sí y que así mismo se
desplazan.
Estos resultados los presentó en 1864 en la Royal Society:
“¿Qué es la luz de acuerdo con la teoría electromagnética? Consiste en
variaciones magnéticas transversales rápidas y alternadas, acompañadas por
desplazamientos eléctricos, donde la dirección de estos desplazamientos es
perpendicular a las perturbaciones magnéticas, y ambas son a su vez
perpendiculares a la dirección del rayo”.
Originalmente, las ecuaciones de Maxwell eran veinte, que se resumen, en su
formulación matemática moderna, en las siguientes cuatro:
Donde (1) es la ecuación de Gauss para el campo eléctrico, e indica que sus
fuentes son las cargas eléctricas. Es equivalente a la ley de Coulomb.
La ecuación (2) es la ecuación de Gauss para el campo magnético y nos indica que no existen los monopolos magnéticos; esto es, un imán siempre va a tener un polo sur y uno norte, aunque lo partamos por la mitad.
La ecuación (2) es la ecuación de Gauss para el campo magnético y nos indica que no existen los monopolos magnéticos; esto es, un imán siempre va a tener un polo sur y uno norte, aunque lo partamos por la mitad.
La ecuación (3) es la Ley de Faraday, e indica que un campo magnético
variable genera un campo eléctrico.
Finalmente, la ecuación (4) es la otra cara de la moneda que es el
electromagnetismo e indica que la fuente de un campo magnético con las
corrientes de conducción (es decir, cargas en movimiento) y desplazamiento,
añadida por Maxwell, (originadas, estas últimas, por variaciones de los campos
eléctricos).
Estas representan, en suma, las ecuaciones que describen todos los
fenómenos eléctricos y magnéticos que existen en la naturaleza.
Un año después de presentar sus ecuaciones, en 1865, dimitió de su puesto
como profesor en el King’s College de Londres, y se retiró a Glenair. Allí,
pasó seis años trabajando en su teoría del electromagnetismo, implicándose en
la comunidad, y continuando los trabajos inacabados en la hacienda. Fue en
ese lugar donde completó su libro The Theory of Heat, y comenzó el
que su obra maestra científica, A Treatise on Electricity and Magnetism. Luego,
en 1871, la Universidad de Cambridge, en la que había estado en su juventud, le
ofreció contruir y dirigir un laboratorio de investigación. Él fue la tercera
opción de la universidad, tras William Thompson (Lord Kelvin) y Hermann von
Helmholtz. Maxwell, al principio reticente, aceptó el encargo, pero enseguida
se entregó en cuerpo y alma al proyecto. Pese a la resistencia de viejos
científicos, que consideraban “inútil” el trabajo experimental, el laboratorio
se comenzó a construir bajo sus indicaciones, pues había discutido los detalles
de la edificación con Lord Kelvin y su viejo amigo Peter Guthrie Tait, y con el
dinero del duque de Devonshire, William Cavendish, descendiente del genial
Henry Cavendish. Este fue un retraído y tímido noble que, despreocupado del
dinero, empleó su vida en realizar cuidadosísimos experimentos en materia de
gravitación y electricidad. Fue el primero en medir la constante de gravitación
universal de Newton; sin embargo, sus trabajos en electromagnetismo habían
quedado inéditos, y Maxwell preparó los manuscritos para la imprenta.
Figura 6 Maxwell adulto. Fuente: Wikipedia |
El laboratorio, el Cavendish, se acabó de construir en otoño de
1873, justo cuando publicó su magnus opus, A Treatise on Electricity and
Magnetism, la obra fundamental del nuevo electromagnetismo. Presentaba
todos los resultados experimentales, matematizaba los resultados de Michael
Faraday y lo sistematizaba todo en una teoría sintética de la que se deducían
los fenómenos conocidos y se predecían otros, como la presión que la luz ejerce
sobre el entorno.
Una vez en marcha, el Cavendish, equipado con los instrumentos del
propio Maxwell y otros construidos ex profeso, se puso a la vanguardia
en la experimentación en electricidad y termodinámica. Asismismo, preparaba a
los alumnos para el Tripos, al tiempo que les permitía, pues así era
Maxwell, emprender investigaciones sobre el tema que más les interesara, sin
restricciones. Este enfoque tenía sus ventajas, como la libertad de la que
gozaban sus estudiantes; pero, a la vez, una serie de inconvenientes, como que
carecían de guía en el laboratorio. Aun así, se considera que su trabajo en el Cavendish
fue fundamental para el avance de la física experimental.
En el plano personal, debieron ser años tranquilos para la pareja, pues se
sabe de Maxwell también que su matrimonio con Katherine era muy feliz. Se
adoraban entre sí, y siempre uno cuidó al otro cuando hizo falta. Y así, en
1877, James comienza a tener ardor de estómago, que se fue convirtiendo, a lo
largo de 1878 y comienzos de 1879, en un dolor constante, que no le
dejaba trabajar. El médico le diagnosticó, como a su madre, un cáncer
abdominal, en octubre, vaticidándole un mes de vida. Y, desgraciadamente, su
previsión se cumplió: en noviembre, James Clerk Maxwell falleció en Gleanair,
donde se había criado.
Artículo escrito conjuntamente con mi mejor amigo, al que tanto quiero, admiro y debo: @SegundaLey
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.